jueves, septiembre 19, 2013

La Globalización Académica

LA GLOBALIZACIÓN ACADÉMICA
Héctor Casanueva

La movilidad estudiantil es un fenómeno mundial de internacionalización de la educación superior, que a escala global ya alcanza a cerca de cinco millones de jóvenes en programas de pre-grado y de post-grado, pasantías y cursos cortos. 

Sin embargo, la globalización académica debe ser vista como una realidad que ofrece un abanico de opciones de inserción internacional para el sector de la educación superior, en sus tres dimensiones de docencia, investigación y extensión, esta última superada por la más amplia de “vinculación con el medio”. No se agota por lo tanto en los intercambios, ni en la dinámica de la atracción de estudiantes. La movilidad estudiantil es un componente que, por un lado, refleja la creciente apertura de las fronteras físicas, administrativas y culturales que nos trae la mundialización, y por otro expresan el cambio sustantivo que esta produce en las universidades, impactando en el currículo, en el aseguramiento de la calidad, en el tipo de competencias a desarrollar en el proceso de formación, e incluso en la sustitución parcial de la relevancia tradicional de los contenidos, por el desarrollo de competencias que permitan a los futuros profesionales desempeñarse en un entorno simultáneamente global y local, bajo nuevas formas de acceso al conocimiento, por los contenidos on line y just-in-time disponibles por internet.

La globalización o mundialización amplían y transforman el rol de las universidades, que pasan a ser actores del sistema internacional, lo mismo que lo son hoy por hoy las empresas, las ONGs, las regiones y los gobiernos locales. 

Cada uno desde su ámbito, constituyen redes, que en caso de las universidades desarrollan investigación cooperativa, producen conocimiento apropiado, influyen en las políticas públicas, y exponen a los estudiantes, profesores e investigadores al contraste, la cooperación y la competencia con otros de sus pares de distintas latitudes y culturas, con un claro beneficio recíproco, que contribuye a un verdadero “sistema de inteligencia global”, como lo plantea el Millennium Project.

De ahí que se debe instituir en los países de América latina un “complejo universidad-estado-empresa-regiones”, para integrarse sistémicamente en este fenómeno de la globalización académica, que ya cuenta con 180 millones de estudiantes universitarios, cerca de 20 mil universidades, cinco millones de intercambio a nivel mundial y creciendo. En América Latina tenemos 15 millones de estudiantes universitarios, con unos trescientos mil que estudian en otro país. 

La Unión Europea, con la que nos une un proyecto común de "asocación estratégica", da un ejemplo en este sentido, al instalar e incrementar sus programas de innovación, investigación y movilidad académica orientados a mejorar su competitividad y crear empleos. La UE por si sola, al aumentar sustantivamente para 2014-2020 sus presupuestos y programas de ciencia, tecnología y movilidad académica, mediante las iniciativas Horizonte 2020 y Erasmus Plus, pretende movilizar cinco millones de estudiantes comunitarios dentro y fuera de sus fronteras, además de académicos y staff de soporte.

En el Plan de Acción CELAC-UE 2013-2015, se contempla como uno de los ejes principales la "Iniciativa conjunta de innovación e investigación", lo que implica una cooperación estrecha entre las universidades y centros de ambas regiones. 





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Cooperación UE-ALC

UNIÓN EUROPEA: LA COOPERACIÓN QUE VIENE
Héctor Casanueva

En el marco de su “Estrategia 2020”, la Comisión Europea está alistando desde 2011 dos programas de cooperación intra y extra comunitaria, que se pondrán en marcha en 2014, destinados a fortalecer la competitividad, la productividad y el empleo al interior de la Unión Europea, pero que contemplan también una dimensión internacional que puede ser muy beneficiosa para América latina. Se trata de los programas “Horizonte 2020”, de ciencia, tecnología, investigación e innovación; y el programa “Erasmus Plus”, que concentrará todos los programas actuales de movilidad e intercambio de estudiantes de educación superior dentro y fuera de la UE, ampliados además a otras áreas y niveles de formación. El primero de ellos asignará hasta 80.000 millones de euros a investigación, más 2.800 millones a innovación y 2.500 millones a las Pymes; y el segundo 19.000 millones de euros en movilidad mediante becas y apoyos financieros. Un esfuerzo contracíclico, que en plena recesión aumenta casi en un 50% los fondos 2014-2020 destinados a estos sectores.

Se trata, por tanto, de una agresiva apuesta comunitaria destinada a dar sustento desde la educación superior y la innovación, al objetivo central de la estrategia 2020, que busca posicionar una UE integralmente competitiva en el mundo. La estrategia se basa en tres pilares: Uno, crecimiento inteligente para el desarrollo de una economía basada en el conocimiento y la innovación. Dos, crecimiento sostenible promoviendo una economía más verde y competitiva. Tres, crecimiento integrador, fomentando una economía con alto nivel de empleo, cohesión social y territorial. Para ello, se fija unas metas ambiciosas -que a juzgar por el reciente acuerdo inter-institucional entre el Consejo, la Comisión y el Parlamento Europeo podrá contar con los medios necesarios- por las cuales al 2020 el 75 % de la población de entre 20 y 64 años debería estar empleada; el 3 % del PIB de la UE debería ser invertido en I+D; cumplido el objetivo «20/20/20» en materia de clima y energía (incluido un incremento al 30 % de la reducción de emisiones); el porcentaje de abandono escolar debería ser inferior al 10 %; al menos el 40 % de la generación más joven debería tener estudios superiores completos; y 20 millones menos de personas en riesgo de pobreza.

Para lograr estas metas, hay conciencia al interior de la UE que no basta con una estrategia de puertas adentro, en un mundo interdependiente en el que el viejo continente debe tener aliados permanentes y socios que contribuyan al esfuerzo, porque la economía comunitaria depende en muchos sectores del exterior –por ejemplo la UE es el primer importador mundial de alimentos, y su matriz energética es también dependiente de su vecindario- , y porque la competitividad requiere de recursos humanos calificados capaces de desempeñarse en un entorno global. De ahí que estos dos programas contemplan un potente ámbito de cooperación internacional.
En efecto, H2020 integrará los Programas Marco de Ciencia y Tecnología que se han aplicado ya en siete versiones en América Latina para proyectos conjuntos entre universidades y centros de investigación de ambas regiones, con el Programa de Competitividad e Innovación y el apoyo al Instituto Europeo de Innovación y Tecnología. Todos estarán completamente abiertos a la cooperación internacional y se establecerán asociaciones especiales con países determinados en función de las prioridades de la estrategia comunitaria, en áreas de mutuo interés, como cambio climático, nanotecnología, seguridad alimentaria, innovación en las pymes, etc., todas estas de alto interés para América latina.

Erasmus Plus, por su parte, integra al Erasmus intracomunitario, con Erasmus Mundus, los programas Alfa, Tempus, Leonardo y otros, ampliando su alcance a todos los países del mundo, para movilidad, proyectos de cooperación universitaria y apoyo a políticas institucionales en educación superior, tres ámbitos de especial interés para el mundo universitario latinoamericano, como quedó patente en la Cumbre Académica ALC-UE realizada en Santiago de Chile en enero de este año.

Más de 700 universidades de nuestra región han participado en programas europeos de investigación, y más de 4.000 estudiantes han realizado cursos en Europa. Ahora, con esta nueva cooperación europea, se podrían triplicar estas cifras, y aumentar la posibilidad de acoger un número considerable de jóvenes, investigadores y docentes europeos en nuestros países. Asimismo, la vinculación universidad-investigación-empresa, especialmente con las pymes se acrecienta. Las condiciones e instrumentos para participar en estos dos programas están siendo definidos por la Comisión, y serán dados a conocer probablemente hacia noviembre de este año.


Debemos estar atentos a ello, prepararnos y establecer solidariamente una cooperación horizontal entre universidades, empresas y el estado en nuestros países, que permita  desarrollar capacidades técnicas en materia de proyectos en la mayor cantidad posible de instituciones para aprovechar estas oportunidades, y ampliar la cobertura, que hasta el momento ha estado muy concentrada en pocas universidades, de unos pocos países.

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Carta desde una Europa en crisis

Carta desde una Europa en crisis
LA PARADOJA Y LA ESPERANZA  A PESAR DE TODO
Héctor Casanueva

Escribo esta columna desde Bucarest, capital de un país de reciente incorporación a la UE (2007), en el que hemos sido invitados a inaugurar el Instituto de Estudios Latinoamericanos (ISLA) de la National School of Political Studies and Public Administration, universidad pública nacida inmediatamente después del fin de la dictadura. El interés por América Latina es creciente en esta región, y en especial en Rumanía, de raíz y cultura latina, que se siente muy próximo a nosotros. Pero a la vez, su inserción en la UE representa la recuperación de la libertad para expresar y vivir valores que nunca dejaron de estar en la base de su cultura, y que emergieron con fuerza y entusiasmo después de la caída del comunismo. Esta es una de las tantas paradojas de Europa: mientras en los círculos intelectuales, políticos, y en la opinión “publicada”, de los países fundadores, se cuestiona el proyecto de integración, parece olvidado uno de los principales frutos, entre muchos, de dicho proceso, cual es su efecto político en el término de la división de Europa y la consiguiente integración de la mayor parte de las repúblicas ex soviéticas al proceso, y por consiguiente a la democracia, la libertad intelectual y económica. Y la paz, con mayúscula. Eso, pese a las dificultades y la crisis por todos conocidas. En pocos días más, también Croacia ingresará a la UE. Nadie ingresa a un club que se está muriendo.

Con un promedio de desempleo del 12% (en España el 25%), pero hasta el 50% de paro juvenil, se comprende el desencanto, y los fuegos apuntan a la incapacidad y lentitud de los líderes para dar un vuelco a una crisis que se arrastra ya un lustro. Sin embargo, paradoja, el escritor rumano Mircea Vasilescu escribió hace poco en El País sobre la UE, como “el paraíso de las negociaciones”, lo que sería un rasgo muy de agradecer visto desde países que vivieron duramente bajo el signo de la imposición. Dos jóvenes profesores de esta universidad, con los que he compartido estos días, fueron hace un tiempo, como muchos otros rumanos, beneficiarios del programa Erasmus, uno de los más exitosos e importantes de la UE, estudiando algunos semestres en universidades de Francia y España. Erasmus ha movilizado en veinte años casi tres millones de estudiantes europeos entre los países miembros, se ha extendido por el mundo, y ahora entra en una nueva etapa bajo el nombre de “Erasmus para todos”, abierto desde 2014 totalmente también a los intercambios fuera de Europa. Este, más el programa “Horizonte 2020” de ciencia, tecnología e innovación, son dos ejes de una apuesta de la UE para dar un giro en los próximos años en la competitividad y el empleo, especialmente juvenil. Otra paradoja, pues para ambos programas, la Comisión Europea ha incluido en su presupuesto 2014-2020 nada menos que un incremento del 64% de los fondos, una decisión política contracíclica valiente y decidida.

Más paradojas: leo en La Vanguardia, de Barcelona, que la UE destinará ahora un fondo adicional de 2.500 millones de euros (unos US. 3.300 millones) para luchar contra el analfabetismo en el mundo, ratificando su condición de primer contribuyente mundial en Ayuda Oficial al Desarrollo. Los grupos temáticos de Linkedin están poblados de llamamientos a integrar equipos técnicos multinacionales para proyectos en las más variadas disciplinas y emprendimientos, desde ciencias duras e investigación de frontera, hasta aplicaciones de potabilización del agua en África o América Central. Todo financiado por la UE.

En lo institucional, una muestra: Bruselas y el Tribunal de Justicia de la UE, tienen arrinconados a los bancos, especialmente de España, por las cláusulas abusivas en las hipotecas y por los desahucios y lanzamientos de los deudores que no pueden seguir pagando sus casas. ¿Los fundamentos? Los derechos humanos, la protección esencial a las personas, pilar de la integración. Más paradojas: hace un par de meses, la CE aprobó mil millones de euros para el Programa del Cerebro Humano, una investigación que pretende reproducir el funcionamiento del cerebro para combatir desde ese conocimiento las enfermedades como el Alzheimer, Parkinson, etc. y explorar formas de desarrollo de la inteligencia.

Si a esto agregamos que la UE sigue ocupando en América latina el primer lugar como inversionista (invierte en AL más que en Rusia, India y China juntas), y es primera también en ayuda al desarrollo, es el primer importador mundial de alimentos, y financia la investigación espacial desde Chile con el telescopio más grande del mundo, no podemos menos que reflexionar de manera optimista acerca de la fortaleza de los fundamentos de Europa.

El termómetro (las bolsas y los bonos), no basta para medir el estado de salud, hace falta también el scanner, que nos da una lectura real de las capacidades existentes para salir de las crisis, como ya lo ha hecho en el pasado. No ignoro, eso sí, otras cosas, como los estallidos de violencia en Suecia, similares a los de hace dos años en Francia, los problemas de la inmigración y tantos otros, que oscurecen el panorama y siembran la incertidumbre. Pero esas señales que menciono, son reales y sólidas. Además de ello, la UE entrará en un proceso electoral único el año próximo con las elecciones al Parlamento Europeo, para las que la Comisión (el ejecutivo comunitario) ha solicitado que los ciudadanos se pronuncien sobre la gobernabilidad misma de la UE. Allí se verán las caras los euro-pesimistas y los euro-realistas que defienden el proceso con ajustes. Euro-optimistas quedan pocos, pero los hay.

(*) Director Ejecutivo del Centro Latinoamericano para las Relaciones con Europa (CELARE)



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