DIEZ AÑOS DE ASOCIACIÓN CHILE-UNIÓN EUROPEA: ¿COMO SEGUIR?
Héctor Casanueva
Se han cumplido diez años del acuerdo de
asociación con la Unión Europea, el más avanzado que la Europa comunitaria
suscribió en su momento con un país tercero, abarcando el diálogo político, el
comercio y la cooperación. No cabe duda que el balance por ambos lados es
positivo, especialmente para Chile, que incrementó casi tres veces sus
exportaciones, el 98.7% de sus productos entran libres de aranceles, recibió
importantes inversiones y mucha cooperación financiera, académica y técnica en
diferentes formas.
En este lapso de tiempo, la UE ha suscrito
acuerdos similares, siguiendo el modelo del chileno, con Perú, Colombia y
Centroamérica, que se suman al que ya había concretado con México. Y negocia
todavía con el Mercosur, sin descartar que se llegue a firmar inicialmente solo
con Brasil. Durante estos años, también, se han producido otros movimientos en
Latinoamérica, como la creación de UNASUR, el ALBA y CELAC, y más recientemente
pero con mucha fuerza, la Alianza del Pacífico, que integra a cuatro países que
tienen acuerdos con la UE, que son Chile, Colombia, Perú y México. Al mismo
tiempo, una iniciativa originalmente acotada, como el Transpacific Partnership
(TPP), creado por Chile con Singapur, Brunei y Nueva Zelanda, se ha ampliado
hasta ser una opción estratégica en el Pacífico para Estados Unidos, y un
importante referente para México y Perú, que junto con Chile comparten además
un TLC con ese país. Por su parte, la UE comenzó a negociar un superacuerdo
comercial y de inversiones con Estados Unidos, inició lo mismo con Japón y se
apresta a hacerlo con China. En medio de todo esto, la UE sufre una de sus
peores crisis económicas, con incidencia en las bases mismas de su sistema de
integración, de la que trata de salir con un menú de iniciativas institucionales,
financieras y funcionales, como el proyecto Europa 2020.
Con este telón de fondo, que va a condicionar
el desarrollo de las relaciones de Chile con la UE en sus tres dimensiones, mercado
en el que competimos ahora con otros países de la región, y competiremos con
las exportaciones asiáticas y norteamericanas, todos coinciden, sector privado
y público, en que se ha cumplido un ciclo, la realidad ha cambiado, es muy dinámica,
y por tanto corresponde pasar a una nueva fase. El gobierno de Chile ha
invocado para ello la cláusula evolutiva del acuerdo, y presentado unas
propuestas a la Comisión Europea, que las está considerando. Sin conocer el
contenido específico del planteamiento chileno, pero basado en lo que
informaron el canciller Moreno y el director de la Direcon en un seminario de
la SOFOFA, más lo señalado por el embajador de la UE, las conversaciones
iniciadas para “profundizar” y “modernizar” el instrumento estarían centradas, por
parte de Chile, en temas medioambientales, laborales, y de propiedad
intelectual; y por parte europea, en aspectos sanitarios, fitosanitarios,
protección de inversiones y apertura del sector servicios.
Si bien todos estos aspectos permitirían
efectivamente profundizar y modernizar el acuerdo, nos parecen solamente
inerciales, una continuidad progresiva pero lineal, insuficientes para hacer
frente al telón de fondo descrito, tanto para la UE como para Chile, pero en
especial para nuestro país, que con su evidente rezago de productividad,
evidenciado por numerosos rankings internacionales, pierde competitividad
global y le será muy difícil aprovechar a fondo las oportunidades del mercado
europeo, sofisticado y crecientemente ecologizado, y accesible para más competidores.
Más aún si vemos que otros países de nuestro entorno, como Brasil, han hecho
contundentes apuestas en formación de capital humano, investigación e
innovación para ganar competitividad.
El desarrollo de la relación comercial con la
UE puede verse incrementada con estas modernizaciones que se anuncian, pero
serán marginales si nuestro país no estructura con la UE una nueva agenda
completa, sistémica, que abarque tanto el acuerdo de asociación como el acuerdo
de ciencia y tecnología recientemente renovado, generando un nuevo estatus de
relaciones que ponga el acento, primero, en el diálogo político sobre gobernanza
económico-comercial global y bilateral, para evitar previsibles y negativas
consecuencias para Chile de los macroacuerdos en que la UE está empeñada con
Estados Unidos, Japón y China. Segundo, que se focalice en la cooperación
científico-tecnológica, insertándonos con ventaja de socios en los
agresivos programas comunitarios de
investigación e innovación Horizonte 2020 y Erasmus Plus que se inician el
próximo año, que están directamente relacionados con la productividad y competitividad
de la economía, de los que podemos beneficiarnos para recuperar dinamismo
productivo y mejorar nuestra inserción económica internacional. Eso, sin
descontar que habría que retomar lo acordado con la UE en 2009 para una agenda
de desarrollo conjunta, orientada hacia América latina, lo que cobra especial
vigencia con nuestras nuevas alianzas en la región y con nuestra compleja
relación vecinal.
Etiquetas: Acuerdo Chile-Unión Europea, América Latina, Chile, Horizonte 2020, Iniciativa conjunta UE-ALC, RELACIONES INTERNACIONALES, Unión Europea
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