martes, diciembre 31, 2013

ACUERDO DE ASOCIACIÓN CHILE-UNIÓN EUROPEA

DIEZ AÑOS DE ASOCIACIÓN CHILE-UNIÓN EUROPEA: ¿COMO SEGUIR?
 Héctor Casanueva

Se han cumplido diez años del acuerdo de asociación con la Unión Europea, el más avanzado que la Europa comunitaria suscribió en su momento con un país tercero, abarcando el diálogo político, el comercio y la cooperación. No cabe duda que el balance por ambos lados es positivo, especialmente para Chile, que incrementó casi tres veces sus exportaciones, el 98.7% de sus productos entran libres de aranceles, recibió importantes inversiones y mucha cooperación financiera, académica y técnica en diferentes formas.

En este lapso de tiempo, la UE ha suscrito acuerdos similares, siguiendo el modelo del chileno, con Perú, Colombia y Centroamérica, que se suman al que ya había concretado con México. Y negocia todavía con el Mercosur, sin descartar que se llegue a firmar inicialmente solo con Brasil. Durante estos años, también, se han producido otros movimientos en Latinoamérica, como la creación de UNASUR, el ALBA y CELAC, y más recientemente pero con mucha fuerza, la Alianza del Pacífico, que integra a cuatro países que tienen acuerdos con la UE, que son Chile, Colombia, Perú y México. Al mismo tiempo, una iniciativa originalmente acotada, como el Transpacific Partnership (TPP), creado por Chile con Singapur, Brunei y Nueva Zelanda, se ha ampliado hasta ser una opción estratégica en el Pacífico para Estados Unidos, y un importante referente para México y Perú, que junto con Chile comparten además un TLC con ese país. Por su parte, la UE comenzó a negociar un superacuerdo comercial y de inversiones con Estados Unidos, inició lo mismo con Japón y se apresta a hacerlo con China. En medio de todo esto, la UE sufre una de sus peores crisis económicas, con incidencia en las bases mismas de su sistema de integración, de la que trata de salir con un menú de iniciativas institucionales, financieras y funcionales, como el proyecto Europa 2020.

Con este telón de fondo, que va a condicionar el desarrollo de las relaciones de Chile con la UE en sus tres dimensiones, mercado en el que competimos ahora con otros países de la región, y competiremos con las exportaciones asiáticas y norteamericanas, todos coinciden, sector privado y público, en que se ha cumplido un ciclo, la realidad ha cambiado, es muy dinámica, y por tanto corresponde pasar a una nueva fase. El gobierno de Chile ha invocado para ello la cláusula evolutiva del acuerdo, y presentado unas propuestas a la Comisión Europea, que las está considerando. Sin conocer el contenido específico del planteamiento chileno, pero basado en lo que informaron el canciller Moreno y el director de la Direcon en un seminario de la SOFOFA, más lo señalado por el embajador de la UE, las conversaciones iniciadas para “profundizar” y “modernizar” el instrumento estarían centradas, por parte de Chile, en temas medioambientales, laborales, y de propiedad intelectual; y por parte europea, en aspectos sanitarios, fitosanitarios, protección de inversiones y apertura del sector servicios.

Si bien todos estos aspectos permitirían efectivamente profundizar y modernizar el acuerdo, nos parecen solamente inerciales, una continuidad progresiva pero lineal, insuficientes para hacer frente al telón de fondo descrito, tanto para la UE como para Chile, pero en especial para nuestro país, que con su evidente rezago de productividad, evidenciado por numerosos rankings internacionales, pierde competitividad global y le será muy difícil aprovechar a fondo las oportunidades del mercado europeo, sofisticado y crecientemente ecologizado, y accesible para más competidores. Más aún si vemos que otros países de nuestro entorno, como Brasil, han hecho contundentes apuestas en formación de capital humano, investigación e innovación para ganar competitividad.


El desarrollo de la relación comercial con la UE puede verse incrementada con estas modernizaciones que se anuncian, pero serán marginales si nuestro país no estructura con la UE una nueva agenda completa, sistémica, que abarque tanto el acuerdo de asociación como el acuerdo de ciencia y tecnología recientemente renovado, generando un nuevo estatus de relaciones que ponga el acento, primero, en el diálogo político sobre gobernanza económico-comercial global y bilateral, para evitar previsibles y negativas consecuencias para Chile de los macroacuerdos en que la UE está empeñada con Estados Unidos, Japón y China. Segundo, que se focalice en la cooperación científico-tecnológica, insertándonos con ventaja de socios en los agresivos  programas comunitarios de investigación e innovación Horizonte 2020 y Erasmus Plus que se inician el próximo año, que están directamente relacionados con la productividad y competitividad de la economía, de los que podemos beneficiarnos para recuperar dinamismo productivo y mejorar nuestra inserción económica internacional. Eso, sin descontar que habría que retomar lo acordado con la UE en 2009 para una agenda de desarrollo conjunta, orientada hacia América latina, lo que cobra especial vigencia con nuestras nuevas alianzas en la región y con nuestra compleja relación vecinal.

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