LAS
ABEJAS Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA
Héctor Casanueva
(Publicado
en AMÉRICA ECONOMÍA, enero 2014)
La seguridad
alimentaria es definida por la Organización para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) de las Naciones Unidas, como la “situación en la cual todas las personas tienen, en todo momento, acceso a los alimentos seguros y nutritivos que necesitan para mantener una vida sana y activa”. Si
consideramos que al 2050 se incorporarán unos dos mil millones de nuevos
habitantes en el mundo, el desafío de la seguridad alimentaria -es decir, la producción de esos alimentos
seguros, nutritivos y accesibles, para cubrir la necesidad de una población global
en torno a los nueve mil millones- significa nada menos que doblar la
producción actual.
Si bien
responder a este desafío depende de varios factores, de carácter científico,
tecnológico, económico, financiero, y de políticas públicas adecuadas, el
principal componente de la producción de alimentos es la preservación de la
biodiversidad y el buen funcionamiento de los ecosistemas.
Esto último
es lo que al parecer está fallando y pone en riesgo a la población, porque, según
ha informado la Plataforma Intergubernamental sobre
Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), de la ONU, en distintas
partes del mundo están desapareciendo las abejas, lo que puede ser causado precisamente
por una degradación ambiental, tanto por desaparición de las condiciones
ecológicas, como por el uso de plaguicidas y el propio cambio climático. Incluso
se señala que el Reino Unido sólo hay un cuarto de la cantidad de abejas
necesarias para los cultivos. Ello repercutirá necesariamente en una menor
cantidad de alimentos. Se calcula que la polinización que realizan las abejas y
otros insectos es responsable del 75% de los cultivos en todo el mundo, por lo
que la relación entre la disminución de la población de abejas y la potencial
baja producción de alimentos es directa y amenazante.
La IPBES ha anunciado que en breve plazo abordará un estudio para
evaluar esta situación, del que se espera surjan las causas y las consiguientes
propuestas de medidas.
La constatación de este hecho, que el estudio deberá dimensionar actual
y prospectivamente en alcance e impacto, puede ser especialmente
grave para aquellos dos tercios de la población mundial (3.800 millones) que
viven en países de bajos ingresos que hoy sufren déficit alimentario, cantidad
de personas que en esos países llegará a los seis mil millones al 2050.
Pero también lo será para el mundo desarrollado. En efecto, la Unión
Europea es el primer importador mundial de alimentos, mientras los Estados
Unidos importan el 15% del total de alimentos que consume, incluyendo el 60% de
las frutas y el 80% de los mariscos.
Suponiendo que se lograra controlar la degradación de los ecosistemas y
la biodiversidad, y pudiéramos contar con la tarea polinizadora de las abejas y
otros insectos, hay otras realidades que no dependen de ello, sino de la matriz
alimentaria existente, y que no aprovecha debidamente lo que la naturaleza
ofrece. En efecto, diversos estudios y estimaciones señalan que sólo 200 de las
80.000 especies de plantas comestibles son utilizadas, y de estas, solamente
cuatro representan más del 60% de los alimentos agrícolas que consume el mundo:
trigo, maíz, papas y arroz. A esto se agregan las costumbres y vicios
alimentarios, que hacen que un tercio de la producción mundial de alimentos
(1.300 millones de toneladas) acaba en la basura cada año en el mundo, y 222
millones de toneladas de comida se pierden en los países ricos. No es menor, al
mismo tiempo, que el 64% de la población mundial tenga problemas de sobrepeso.
La desaparición de las abejas debe hacernos reflexionar entonces, como
humanidad, sobre los malos hábitos, la indiferencia ambiental, y la deformación
de la matriz alimentaria que hemos ido sufriendo paulatinamente, y abordar el
problema con unas políticas públicas que promuevan el consumo responsable, el
desarrollo científico y tecnológico que apunte a la suficiente producción a
escala global de alimentos que permitan llevar una vida sana y activa, que sean
funcionales a la situación específica de las personas, y capaces de prevenir o
paliar los efectos de las enfermedades.
Etiquetas: alimentación, ecosistemas, FAO, Hector Casanueva, las abejas, medio ambiente, Seguridad alimentaria
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