jueves, septiembre 19, 2013

Carta desde una Europa en crisis

Carta desde una Europa en crisis
LA PARADOJA Y LA ESPERANZA  A PESAR DE TODO
Héctor Casanueva

Escribo esta columna desde Bucarest, capital de un país de reciente incorporación a la UE (2007), en el que hemos sido invitados a inaugurar el Instituto de Estudios Latinoamericanos (ISLA) de la National School of Political Studies and Public Administration, universidad pública nacida inmediatamente después del fin de la dictadura. El interés por América Latina es creciente en esta región, y en especial en Rumanía, de raíz y cultura latina, que se siente muy próximo a nosotros. Pero a la vez, su inserción en la UE representa la recuperación de la libertad para expresar y vivir valores que nunca dejaron de estar en la base de su cultura, y que emergieron con fuerza y entusiasmo después de la caída del comunismo. Esta es una de las tantas paradojas de Europa: mientras en los círculos intelectuales, políticos, y en la opinión “publicada”, de los países fundadores, se cuestiona el proyecto de integración, parece olvidado uno de los principales frutos, entre muchos, de dicho proceso, cual es su efecto político en el término de la división de Europa y la consiguiente integración de la mayor parte de las repúblicas ex soviéticas al proceso, y por consiguiente a la democracia, la libertad intelectual y económica. Y la paz, con mayúscula. Eso, pese a las dificultades y la crisis por todos conocidas. En pocos días más, también Croacia ingresará a la UE. Nadie ingresa a un club que se está muriendo.

Con un promedio de desempleo del 12% (en España el 25%), pero hasta el 50% de paro juvenil, se comprende el desencanto, y los fuegos apuntan a la incapacidad y lentitud de los líderes para dar un vuelco a una crisis que se arrastra ya un lustro. Sin embargo, paradoja, el escritor rumano Mircea Vasilescu escribió hace poco en El País sobre la UE, como “el paraíso de las negociaciones”, lo que sería un rasgo muy de agradecer visto desde países que vivieron duramente bajo el signo de la imposición. Dos jóvenes profesores de esta universidad, con los que he compartido estos días, fueron hace un tiempo, como muchos otros rumanos, beneficiarios del programa Erasmus, uno de los más exitosos e importantes de la UE, estudiando algunos semestres en universidades de Francia y España. Erasmus ha movilizado en veinte años casi tres millones de estudiantes europeos entre los países miembros, se ha extendido por el mundo, y ahora entra en una nueva etapa bajo el nombre de “Erasmus para todos”, abierto desde 2014 totalmente también a los intercambios fuera de Europa. Este, más el programa “Horizonte 2020” de ciencia, tecnología e innovación, son dos ejes de una apuesta de la UE para dar un giro en los próximos años en la competitividad y el empleo, especialmente juvenil. Otra paradoja, pues para ambos programas, la Comisión Europea ha incluido en su presupuesto 2014-2020 nada menos que un incremento del 64% de los fondos, una decisión política contracíclica valiente y decidida.

Más paradojas: leo en La Vanguardia, de Barcelona, que la UE destinará ahora un fondo adicional de 2.500 millones de euros (unos US. 3.300 millones) para luchar contra el analfabetismo en el mundo, ratificando su condición de primer contribuyente mundial en Ayuda Oficial al Desarrollo. Los grupos temáticos de Linkedin están poblados de llamamientos a integrar equipos técnicos multinacionales para proyectos en las más variadas disciplinas y emprendimientos, desde ciencias duras e investigación de frontera, hasta aplicaciones de potabilización del agua en África o América Central. Todo financiado por la UE.

En lo institucional, una muestra: Bruselas y el Tribunal de Justicia de la UE, tienen arrinconados a los bancos, especialmente de España, por las cláusulas abusivas en las hipotecas y por los desahucios y lanzamientos de los deudores que no pueden seguir pagando sus casas. ¿Los fundamentos? Los derechos humanos, la protección esencial a las personas, pilar de la integración. Más paradojas: hace un par de meses, la CE aprobó mil millones de euros para el Programa del Cerebro Humano, una investigación que pretende reproducir el funcionamiento del cerebro para combatir desde ese conocimiento las enfermedades como el Alzheimer, Parkinson, etc. y explorar formas de desarrollo de la inteligencia.

Si a esto agregamos que la UE sigue ocupando en América latina el primer lugar como inversionista (invierte en AL más que en Rusia, India y China juntas), y es primera también en ayuda al desarrollo, es el primer importador mundial de alimentos, y financia la investigación espacial desde Chile con el telescopio más grande del mundo, no podemos menos que reflexionar de manera optimista acerca de la fortaleza de los fundamentos de Europa.

El termómetro (las bolsas y los bonos), no basta para medir el estado de salud, hace falta también el scanner, que nos da una lectura real de las capacidades existentes para salir de las crisis, como ya lo ha hecho en el pasado. No ignoro, eso sí, otras cosas, como los estallidos de violencia en Suecia, similares a los de hace dos años en Francia, los problemas de la inmigración y tantos otros, que oscurecen el panorama y siembran la incertidumbre. Pero esas señales que menciono, son reales y sólidas. Además de ello, la UE entrará en un proceso electoral único el año próximo con las elecciones al Parlamento Europeo, para las que la Comisión (el ejecutivo comunitario) ha solicitado que los ciudadanos se pronuncien sobre la gobernabilidad misma de la UE. Allí se verán las caras los euro-pesimistas y los euro-realistas que defienden el proceso con ajustes. Euro-optimistas quedan pocos, pero los hay.

(*) Director Ejecutivo del Centro Latinoamericano para las Relaciones con Europa (CELARE)



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