sábado, marzo 31, 2007

LA INTEGRACIÓN EUROPEA Y AMÉRICA LATINA

LA INTEGRACIÓN EUROPEA Y AMÉRICA LATINA
Héctor Casanueva*

Para los escépticos de la integración viene al caso recordar –a cincuenta años del comienzo de un exitoso proceso- que cuando los llamados “padres de Europa” propusieron la firma del Tratado de Roma para crear una Comunidad Europea, uno de los cancilleres sentenció rotundo: “ese tratado nunca se suscribirá. Y si se suscribe, nunca se aplicará. Y si se aplica, nunca funcionará”. Se equivocaba, hoy la Unión Europea es la primera potencia comercial del mundo, vive en paz, es un actor político relevante y el primer contribuyente mundial en ayuda al desarrollo. No le ha sido fácil llegar a este momento. Períodos duros de “europesimismo”, “euroescepticismo” y alguna “euroesclerosis” fueron superados fundamentalmente gracias a la consistencia y perseverancia de grandes líderes, y al apoyo de partidos comprometidos a asegurar unidos la paz y el desarrollo. La integración emergió de las ruinas de la última y más desastrosa de las guerras, y se plasmó en un proyecto político, basado en la complementariedad económica, y centrado en la cooperación.

Es cierto que actualmente el viejo continente enfrenta nuevas dificultades políticas, económicas y de seguridad. Pero estas no son culpa de la integración, sino de un cambio radical del escenario mundial, al que procura adaptarse con más agilidad precisamente profundizando el proceso.
Un análisis de las claves de la integración europea, que pueden servir de referente a nuestros propios esfuerzos, nos indica que lo primero, de gran sensatez política, fue haber comenzado integrando lo integrable, con aquello que ofrece menores resistencias y mayores potencialidades prácticas, como primer paso hacia la creación de “solidaridades concretas”. Fue la lógica para la unión estratégica del carbón y del acero. En nuestro caso, la energía podría cumplir ese papel. Lo segundo, establecer desde un principio la idea de una autoridad común, es decir, dejando sentado de inmediato el principio de la cesión de soberanía como base del proceso. Tercero, crear unos mecanismos en la toma de decisiones que garanticen que cada paso adelante resulte irreversible. Cuarto, un marco jurídico común, con sus mecanismos de desarrollo normativo, de solución de controversias y de resguardo de la legalidad del proceso mediante un tribunal de justicia. Quinto, la búsqueda desde el origen de una cohesión económica y social de grupos y regiones, haciéndose cargo de las asimetrías con medidas y financiamiento concretos. Sexto, radicar el impulso creador de riqueza en los actores privados, pero en el marco de una institucionalidad pública común proactiva, encargada de facilitar el desarrollo del mercado y asegurar la libre competencia. Y séptimo, la generación de un basamento cultural que se ha ido fundando en masivos intercambios de universitarios, profesionales y técnicos, junto a una audaz e imaginativa política de promoción cultural.

La integración es para América Latina –como lo ha sido para Europa - la única opción para insertarse competitivamente en el siglo XXI. Por eso, una mirada más atenta de nuestra parte al viejo continente, para extraer experiencias, resulta esencial.


* Vicerrector Académico de la Universidad Miguel de Cervantes y Director del CELARE