Estado
del bienestar: un debate mal planteado
Héctor Casanueva
El discurso del
rey de Holanda ante el Parlamento, en el que señala la insostenibilidad del “clásico
Estado del bienestar” y su sustitución por una “sociedad participativa”, ha caído
como agua de mayo a los euroescépticos y a la derecha del Estado minimalista en
Europa y también por estos lados. Curioso, además, que lo plantee un monarca en
un país gobernado por la socialdemocracia, que es el cuarto del mundo en el
Índice de Desarrollo Humano, tiene un desempleo en torno al 7% y un per cápita
de US. 46.000.- ¿Qué queda entonces para España o Grecia? ¿Y para nosotros?
Desde que la
crisis de 2008 comenzó a poner en evidencia los problemas financieros de los
países europeos, se volvió a instalar con mucha fuerza el debate iniciado hace
tres décadas por el thatcherismo, acerca del modelo de protección social característico
del viejo continente, llamado “Estado del bienestar”, y que es indisociable del
proceso de integración de Europa, basado en solidaridad, paz y cooperación.
Las dificultades
para asegurar su financiamiento, con los consiguientes recortes presupuestarios
en las prestaciones, así como los efectos del reto demográfico, entre otros
factores, pero especialmente la crisis de empleo, especialmente juvenil, generan
una distorsión en este debate. Por un lado se considera que la crisis es
consecuencia del modelo, y por otra quienes la sufren exigen que el Estado no
solo mantenga, sino intensifique las políticas de protección social, pese al
problema real de financiamiento público, producto a su vez, de una pérdida de
competitividad de las economías europeas, incapaces de crecer y crear empleo.
La discusión sobre
el modelo se ha trasladado con cada vez mayor intensidad a América latina,
donde se han ido alineando tres posiciones: una de derechas, muy crítica del
modelo europeo y que coincide en atribuir al mismo su crisis financiera, con la
consiguiente advertencia de que no se nos ocurra adoptarlo, abogando por
políticas asistenciales muy acotadas y una protección social centrada en la
responsabilidad individual; otra, de izquierdas, que aboga por un Estado fuerte
y protector, muy presente en los distintos frentes de la vida económica y
social, con importantes dosis de populismo, y muy riesgoso en términos de
estabilidad económica. Una tercera, que podríamos llamar de centroizquierda,
cuyo planteamiento es de un Estado que asegure una protección social universal
básica en educación, salud y pensiones, debidamente financiada a través del
crecimiento económico y políticas fiscales responsables.
Si queremos
despejar el tema central y de fondo, cual es el rol del Estado en la sociedad, creo
del caso hacer algunas consideraciones para aportar al necesario análisis del
tema, justamente cuando en Chile y otros países se avanza en sistemas de
protección social que tienen como referente la experiencia europea, con la
ventaja de que podemos observar sus fortalezas y debilidades en medio de una
crisis que no estamos sufriendo. Lo primero es distinguir entre "Estado
del bienestar" y "estado benefactor", pues no significan lo
mismo. El primero, implica una responsabilidad que debe asumir el Estado como
garante del bien común, en una concepción solidaria de la organización social,
para hacerse cargo como sociedad de garantizar estándares mínimos de calidad de
vida a toda la población, dadas las inequidades que inevitablemente se generan
en el cuerpo social por la sola aplicación de las leyes del mercado. Lo
segundo, que es a lo que se dirige la crítica de la derecha más consciente, implica
una deformación y extralimitación del concepto anterior, ya que traspasa
solamente al Estado las responsabilidades de la propia vida, y ello
evidentemente no solo implica una injusticia, sino un adormecimiento de las
capacidades de emprendimiento, con las consecuencias de pérdida de
productividad y competitividad general, además de ser insostenible
financieramente. A esto último es que se refirió el rey de Holanda, y a lo que
se refieren muchos partidos y líderes europeos, CDU incluida, que necesariamente
debe ser reformado, avanzando hacia la necesaria “co-responsabilidad” en el
bienestar, pero en ningún caso se debe interpretar como el llamado al abandono
de una política social que está en la raíz y el fundamento mismo de este modelo.
Hace unos meses, la ministra de asuntos sociales de Francia, Mme. Marisol
Touraine, en un interesante coloquio en la Universidad Central de Chile, nos
afirmaba categóricamente que el estado del bienestar no estaba en discusión,
sino su financiamiento. Y así como el rey holandés plantea una "sociedad
de la participación", para connotar esa co-responsabilidad en el bienestar
social, Felipe González y otros líderes plantean el concepto de una
"sociedad del bienestar", pero todos apuntando a lo mismo. En América
latina estamos entrando en un largo período electoral, empezando por Chile en
noviembre, y seguido de varias elecciones presidenciales en otros países entre
2014 y 2015, que se dan en momentos en que la economía mundial, especialmente
asiática, parece ralentizarse, parece muy oportuno que los programas de las
candidaturas tomen en consideración este debate y la experiencia europea, y
adopten las propuestas más adecuadas a cada realidad para asegurar políticas
públicas apropiadas.
Etiquetas: crisis europea, Economía Global, Europa, Europa 2020, Integración Europea; Política; Nuevo orden internacional
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