Carta desde una Europa en crisis
LA PARADOJA Y LA ESPERANZA A PESAR DE TODO
Héctor Casanueva
Escribo esta columna desde Bucarest, capital de un país de reciente
incorporación a la UE (2007), en el que hemos sido invitados a inaugurar el
Instituto de Estudios Latinoamericanos (ISLA) de la National School of Political Studies and Public Administration, universidad
pública nacida inmediatamente después del fin de la dictadura. El interés por
América Latina es creciente en esta región, y en especial en Rumanía, de raíz y
cultura latina, que se siente muy próximo a nosotros. Pero a la vez, su
inserción en la UE representa la recuperación de la libertad para expresar y
vivir valores que nunca dejaron de estar en la base de su cultura, y que
emergieron con fuerza y entusiasmo después de la caída del comunismo. Esta es una
de las tantas paradojas de Europa: mientras en los círculos intelectuales,
políticos, y en la opinión “publicada”, de los países fundadores, se cuestiona el
proyecto de integración, parece olvidado uno de los principales frutos, entre
muchos, de dicho proceso, cual es su efecto político en el término de la
división de Europa y la consiguiente integración de la mayor parte de las
repúblicas ex soviéticas al proceso, y por consiguiente a la democracia, la
libertad intelectual y económica. Y la paz, con mayúscula. Eso, pese a las
dificultades y la crisis por todos conocidas. En pocos días más, también Croacia
ingresará a la UE. Nadie ingresa a un club que se está muriendo.
Con un promedio de desempleo del 12% (en España
el 25%), pero hasta el 50% de paro juvenil, se comprende el desencanto, y los
fuegos apuntan a la incapacidad y lentitud de los líderes para dar un vuelco a
una crisis que se arrastra ya un lustro. Sin embargo, paradoja, el escritor
rumano Mircea Vasilescu escribió hace poco en El País sobre la UE, como “el
paraíso de las negociaciones”, lo que sería un rasgo muy de agradecer visto desde
países que vivieron duramente bajo el signo de la imposición. Dos jóvenes
profesores de esta universidad, con los que he compartido estos días, fueron
hace un tiempo, como muchos otros rumanos, beneficiarios del programa Erasmus,
uno de los más exitosos e importantes de la UE, estudiando algunos semestres en
universidades de Francia y España. Erasmus ha movilizado en veinte años casi
tres millones de estudiantes europeos entre los países miembros, se ha
extendido por el mundo, y ahora entra en una nueva etapa bajo el nombre de
“Erasmus para todos”, abierto desde 2014 totalmente también a los intercambios
fuera de Europa. Este, más el programa “Horizonte 2020” de ciencia, tecnología
e innovación, son dos ejes de una apuesta de la UE para dar un giro en los
próximos años en la competitividad y el empleo, especialmente juvenil. Otra
paradoja, pues para ambos programas, la Comisión Europea ha incluido en su
presupuesto 2014-2020 nada menos que un incremento del 64% de los fondos, una
decisión política contracíclica valiente y decidida.
Más paradojas: leo en La Vanguardia, de
Barcelona, que la UE destinará ahora un fondo adicional de 2.500 millones de
euros (unos US. 3.300 millones) para luchar contra el analfabetismo en el
mundo, ratificando su condición de primer contribuyente mundial en Ayuda
Oficial al Desarrollo. Los grupos temáticos de Linkedin están poblados de
llamamientos a integrar equipos técnicos multinacionales para proyectos en las
más variadas disciplinas y emprendimientos, desde ciencias duras e
investigación de frontera, hasta aplicaciones de potabilización del agua en
África o América Central. Todo financiado por la UE.
En lo institucional, una muestra: Bruselas y el
Tribunal de Justicia de la UE, tienen arrinconados a los bancos, especialmente
de España, por las cláusulas abusivas en las hipotecas y por los desahucios y
lanzamientos de los deudores que no pueden seguir pagando sus casas. ¿Los
fundamentos? Los derechos humanos, la protección esencial a las personas, pilar
de la integración. Más paradojas: hace un par de meses, la CE aprobó mil
millones de euros para el Programa del Cerebro Humano, una investigación que
pretende reproducir el funcionamiento del cerebro para combatir desde ese
conocimiento las enfermedades como el Alzheimer, Parkinson, etc. y explorar
formas de desarrollo de la inteligencia.
Si a esto agregamos que la UE sigue ocupando en
América latina el primer lugar como inversionista (invierte en AL más que en
Rusia, India y China juntas), y es primera también en ayuda al desarrollo, es
el primer importador mundial de alimentos, y financia la investigación espacial
desde Chile con el telescopio más grande del mundo, no podemos menos que
reflexionar de manera optimista acerca de la fortaleza de los fundamentos de Europa.
El termómetro (las bolsas y los bonos), no
basta para medir el estado de salud, hace falta también el scanner, que nos da
una lectura real de las capacidades existentes para salir de las crisis, como ya
lo ha hecho en el pasado. No ignoro, eso sí, otras cosas, como los estallidos
de violencia en Suecia, similares a los de hace dos años en Francia, los problemas
de la inmigración y tantos otros, que oscurecen el panorama y siembran la
incertidumbre. Pero esas señales que menciono, son reales y sólidas. Además de
ello, la UE entrará en un proceso electoral único el año próximo con las
elecciones al Parlamento Europeo, para las que la Comisión (el ejecutivo
comunitario) ha solicitado que los ciudadanos se pronuncien sobre la
gobernabilidad misma de la UE. Allí se verán las caras los euro-pesimistas y
los euro-realistas que defienden el proceso con ajustes. Euro-optimistas quedan
pocos, pero los hay.
(*) Director Ejecutivo del Centro
Latinoamericano para las Relaciones con Europa (CELARE)
Etiquetas: crisis europea, Erasmus, Europa, Horizonte 2020, Integración latinoamericana. Política internacional. Economía internacional.América latina, Parlamento Europeo, Rumania