viernes, febrero 08, 2013


REALIDADES, PERCEPCIONES Y DESAFÍOS PARA
LA ASOCIACIÓN ESTRATÉGICA CELAC-UE
Héctor Casanueva[1]
 (Diario La Tercera, Chile, 27 de enero 2013)

La primera Cumbre CELAC-UE, que es también la séptima que se celebra entre los estados de ambas regiones desde 1999, enfrenta un inédito escenario birregional y global.

El riesgo de una lectura simplista de la relación.

Los análisis sobre la crisis financiera, los cuestionamientos al modelo de sociedad y al proceso de integración en Europa, muestran que no crece, que no genera empleos, más bien los destruye, pérdida de competitividad, sumida en un debate existencial, amenazas de desintegración y una parálisis institucional. Por el contrario, por primera vez en esta relación, América latina aparece como una región dinámica, en crecimiento, con las cuentas ordenadas, con sectores sociales emergentes, espacio fiscal para avanzar en protección social, baja deuda pública y un optimismo de los actores que contribuye a una percepción pública de mejoramiento continuo que produce un  círculo virtuoso.

Pero este es el cuadro simplista, de trazos gruesos, es el bosque que esta vez no deja ver los árboles, que influye en la opinión pública y en la opinión publicada para amparar afirmaciones que se escuchan y leen por estos días en América latina, despreciando la relación con Europa y llamando a orientar nuestras políticas de inserción y vínculos económicos hacia otros lados, especialmente el Asia, y concretamente China, como si existiera una disyuntiva, en lugar de una posibilidad abierta para una sinergia de relacionamientos no excluyente.

Este cuadro grueso también mueve en la Unión Europea a que se eliminen programas de cooperación con América latina para diecisiete países, no solo por recortes en los presupuestos comunitarios, sino porque se supone que nuestra región ya no los necesita.

Ha surgido también una especie de neo-soberbia latinoamericana, una exagerada reacción producto de tantas décadas de ser un continente-problema, pensando que ahora las cosas están equilibradas, e incluso pudiéramos tener el lujo de darle la espalda al viejo continente. Y así se preguntan muchos ¿Para qué seguir?

Pero si bien el termómetro arroja una lectura crítica para Europa, y una lectura tranquilizadora para América Latina, el scanner dice otra cosa. Y para acertar en el análisis y los pasos a seguir, debemos basarnos en el termómetro y en el scanner, especialmente en este último, que nos dice, por ejemplo, que la Unión Europea es la primera potencia comercial del mundo, el primer contribuyente en ayuda al desarrollo, primer importador mundial de alimentos, una potencia en ciencia y tecnología, que en plena crisis aumenta un 46% su presupuesto en investigación, y que para América Latina es el segundo socio comercial, con US. 230.000 millones de comercio y una balanza favorable a nosotros; es el primer inversionista con un stock acumulado de US. 600.000 millones en la región y el primer contribuyente en cooperación al desarrollo.
El scanner nos dice que América latina, aún con los buenos resultados, tiene 180 millones de pobres, 75 de ellos bajo la línea de indigencia; el empleo sigue siendo precario, pues el 38% de la población activa cuenta con seguridad social; las desigualdades en ingresos se mantienen o crecen, las tasas de inversión están siete puntos por debajo de lo necesario. Y que las exportaciones siguen basadas en productos primarios, concentradas en pocas empresas. La educación superior ha pasado en cuatro décadas de 276.000 a 15 millones de estudiantes, con más de 3.000 universidades.

Y el cuadro general comparativo señala que América Latina, con el 9% de la población mundial, cuenta solo con el 8% del PIB, mientras la UE con el 7% de la población mundial tiene el 26% del PIB. O sea, el ingreso por persona es, en promedio, más de tres veces superior en Europa, lo que de por sí marca una asimetría profunda en niveles de desarrollo.

De dónde venimos y hacia dónde vamos.

Sin contar el fuerte apoyo político europeo y financiero a la paz en Centroamérica y la democratización del cono sur, de los años ochenta, en los últimos trece años de relación institucionalizada hemos avanzado mucho en diálogo político, comercio y cooperación. Se han suscrito los acuerdos de asociación con Chile y México, que cumplen diez años y han hecho crecerlas exportaciones de Chile a la UE casi tres veces. Hay acuerdos con Centroamérica, el Caribe, Perú y Colombia, y están pendientes con Mercosur, Bolivia y Ecuador. En cooperación, 87.000 pymes latinoamericanas han participado en los programas de cooperación, y 450 proyectos de diferentes tipos suman US. 4.500 millones de aportes de la UE. En ciencia y tecnología y programas universitarios, han participado más de 4.000 profesionales, realizado más de 1.300 proyectos con 700 universidades. Las empresas latinoamericanas invierten en Europa, y abren posibilidades conjuntas hacia nuevos mercados. Luego de la Cumbre de Madrid del 2010 se adoptó un Plan de Acción,  nuevos programas del BEI y otras iniciativas, que se verá reforzado y ampliado en Santiago hacia otros ámbitos, como los temas de género.  

Los programas de cooperación, el incremento de la apertura del comercio, las inversiones crecientes, deben continuar. Pero esta Cumbre CELAC-UE debe servir no sólo para reafirmar esto, sino que debe patentizar ante los ciudadanos de ambas regiones el compromiso efectivo de trabajar juntos para resolver los problemas que nos aquejan a ambos de manera específica, en cuya solución ambos tenemos fortalezas y complementariedades que aportar en ambos lados.

No obstante, como actores globales que sumamos 1.100 millones de personas y un 40% del producto mundial, debemos enfrentar la necesidad de un nuevo orden internacional, pues la globalización nos hace más vulnerables a todos, y se requiere avanzar hacia mayores niveles de gobernabilidad, de seguridad y desarrollo, preservando bienes públicos universales como el medio ambiente, la seguridad alimentaria, la salud, el comercio justo, basados en un modelo compartido, humanista, con los valores comunes que ambas regiones compartimos.


[1] Héctor Casanueva, Máster en Comunidades Europeas por la Universidad Politécnica de Madrid. Director Ejecutivo del Centro Latinoamericano para las Relaciones con Europa (CELARE). Ex embajador de Chile.