viernes, mayo 27, 2011

Sobre las calificadoras de riesgo y la crisis financiera

Calificadoras: Quis custodiet ipsos custodes?

Héctor Casanueva

Hace unos días nos enteramos que la calificadora de riesgos Standard & Poor´s envió una “señal” sobre la economía de Estados Unidos, manteniendo su rating de deuda pero bajando la perspectiva a negativa, lo que de inmediato hizo caer las principales bolsas del mundo, afectando también al dólar. Lo hizo dando por supuesta una incapacidad de los congresistas para ponerse de acuerdo con respecto al presupuesto federal en el 2013. En Europa, los gobiernos de España, Portugal, Irlanda, Grecia, y otros que no se muestran tanto, pero que también están en la misma, viven en la cuerda floja, atentos a lo que puedan decir las calificadoras sobre su deuda, la solvencia, las perspectivas, y todo aquello que tenga que ver con la estabilidad económica y financiera, incluidos los avatares políticos, como la reciente elección en Finlandia y su disputa con el Reino Unido por la crisis de los bancos. Hace unas semanas, la ministra de economía española debió dar latas explicaciones ante las dudas sembradas por “el mercado” -o sea, por sus monitores- sobre la capacidad del país para sortear la crisis. Y un día sí y otro también, vemos en la TV a Merkel, Sarkozy, Cameron y otros líderes luchando con este quinto poder, que se sirve, además, del cuarto poder -la prensa- para difundir sus análisis.

Hay varias cosas que comentar sobre esto, a propósito del enorme poder que ejercen actualmente dichas compañías, que parecen tener al mundo en sus manos. Una “señal”, o peor, una “baja” decidida por ellas en la clasificación de la deuda soberana de un país -especialmente si es uno de los grandes- hace caer las bolsas, siembra dudas y repercute en cosas concretas, como las inversiones, el empleo, y otros efectos que llegan hasta hacer caer gobiernos, como de manera indirecta ocurrió en Portugal e Irlanda.

¿Son las clasificadoras de riesgo los vigilantes globales del comportamiento de los gobiernos? Y si eso es así, Quis custodiet ipsos custodes? O sea, ¿Quién vigila al vigilante?, pregunta fundamental de la gobernabilidad, ya planteada por Sócrates, según Platón.

En primer lugar, el vigilante debe ser “empoderado”, como se dice ahora, por quien lo instituye como tal. ¿Quién empoderó a las clasificadoras? Yo, desde luego, no, a pesar que como ciudadano tengo derechos y obligaciones con respecto a la gobernabilidad de mi país, y por extensión, del sistema internacional. ¿Los gobiernos?, no me parece, porque se limitan a registrar legalmente su existencia si cumplen con los procedimientos de derecho común al efecto. ¿El Estado? Por ahí nos vamos acercando, pues las clasificadoras -o sea, los vigilantes- funcionan, o deberían funcionar, según las leyes y reglas fijadas por los parlamentos y hechas cumplir por los administradores públicos y, si se vulneran, sancionadas por el poder judicial. Es decir, que estos entes que hemos apañado legalmente, operan conforme a leyes cuyos límites ha fijado el Estado. ¿Pero, pueden tener tanto poder como el que ejercen, si respetan las leyes y regulaciones que el Estado les ha impuesto? Cabe preguntarse entonces ¿Es suficiente la regulación por parte del poder político estatal y del sistema internacional, o este también ha sido seducido ya sea ideológica o materialmente? Vamos más allá entonces, porque así solo no se explica. ¿El mercado? Parece que por ahí nos acercamos más al punto, ya que el capitalismo financiero Siglo XXI -o sea, el mercado del dinero globalizado- vive de la especulación, que como señala la Real Academia significa, entre otras acepciones, “efectuar operaciones comerciales o financieras, con la esperanza de obtener beneficios basados en las variaciones de los precios o de los cambios. Más tajante es mi ex profesor en la Universidad Politécnica de Madrid, Ramón Tamames, que en su Diccionario de Economía (Alianza Editorial, 1992), señala: “Alza del valor de las cosas que promueven los vendedores aprovechando su escasez o sirviéndose de información confidencial en la bolsa, para lograr el máximo beneficio propio, en muchos casos con el perjuicio de los terceros que padecen el encarecimiento así generado”. ¿Suena familiar? Así es, hemos llegado a un punto en que el mercado, originalmente virtuoso en la concepción de Adam Smith, se ha transformado en un mal asignador de recursos, costos y beneficios, al amparar a los “especuladores” bajo el paraguas de una libre competencia que ya pasó de la producción e intercambio de bienes y servicios, hacia la producción e intercambio de expectativas. ¿Cómo se transan bienes y servicios, y se establecen los costos y precios? Es fácil saberlo. Pero no es fácil cuando se trata de vender expectativas, como es el caso de la especulación financiera. Entonces el papel que cumple en el caso de bienes y servicios la publicidad y el marketing, es reemplazado por los trascendidos, la “inside information”, o directamente las conferencias de economistas taquilleros vinculados a las calificadoras. Y ahí está el peligro, porque la opacidad de gabinetes y departamentos de estudio de estas compañías -ya hace tiempo cuestionados por estar generalmente integrados por jóvenes inexpertos, con grados universitarios superlativos, que además son impunes ante sus errores- permite cualquier cosa. Miremos un solo ejemplo: la montaña rusa de los bonos de las economías europeas en los últimos seis meses, que al ritmo de las calificadoras un día parecen en la bancarrota, y al siguiente con notables mejorías. En la pasada, los avispados hacen pingües ganancias. Quis custodiet ipsos custodes? preguntaba también el satírico romano Juvenal, a propósito de quienes estaban al cuidado de las mujeres, lamentando que los custodios se las arreglaran para aprovecharse de ellas. ¿Algún parecido?

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SOBRE LA VISITA DE OBAMA A AMÉRICA LATINA

USA-AMÉRICA LATINA Y EL EJEMPLO DE EUROPA

Héctor Casanueva

La visita de Obama a América Latina motiva la reflexión en torno a las relaciones con Estados Unidos. La visita puede tener varias lecturas. La elección de los países a visitar también, especialmente con respecto a aquellos excluidos. ¿Por qué no Argentina, que pertenece al G-20 y es una de las tres economías más grandes de la región? Tema de análisis y elucubraciones. Pero Brasil, sin dudas, es destino obligado, es la séptima economía del mundo, ha sido un poco díscolo en temas sensibles para Estados Unidos, pretende sentarse de manera permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, y está inaugurando un nuevo gobierno del PT con matices favorables a una relación futura más convergente. El Salvador, una señal para restañar heridas dejadas por una de las intervenciones más groseras de Estados Unidos en la región, ahora en un proceso democrático y de crecimiento con un liderazgo sensato que hay que reafirmar. Y Chile, la estrella del sur, asociado con un TLC pionero, con un modelo de desarrollo exitoso, un soft power reconocido internacionalmente que hay que reforzar desde el Norte, elegido como ejemplo a seguir, con un gobierno de derechas todavía marcado en ciertos círculos por el pinochetismo irredento, y por ello Obama equilibrará las cosas reuniéndose también con tres ex presidentes de la Concertación.

¿Significa esta visita un nuevo enfoque en la relación de Estados Unidos con América Latina, que históricamente ha sido, por decir lo menos, compleja, muy heterogénea e irritante? Algo de ello creímos ver en Jamaica en la Cumbre de las Américas, al inaugurarse la administración Obama. Después no ha habido mucha carne, más allá de los discursos. Los personeros norteamericanos que explican las razones y alcances de la visita de Obama a la región, no pueden mostrar avances concretos que permitan sustentarla, y por ello hay un cierto excepticismo en los círculos políticos sobre los resultados. Por cierto los gobiernos anfitriones -especialmente el chileno- tratarán de magnificarla, y no se puede negar que el hecho mismo tiene mucha significación, pero no necesariamente toda la que esperamos.

Algunos analistas, como Moisés Naím, le dan importancia solo a la visita a Brasil, y los otros dos serían solo para completar. O sea, Chile y El Salvador serían los teloneros. Puede ser, pero ya hemos dicho que estos dos países tienen un peso interesante en la geopolítica regional vista desde Washington. También se dice que la visita solo es como “por no dejar”, para que no se diga que ha descuidado la región ante tanto conflicto e intereses superiores en otras latitudes. También puede ser, pero una América latina que crece más que nadie, que se ha ordenado, que es fuente de oportunidades a las inversiones, que se ha ajustado -hasta Chávez incluso- a ciertos parámetros homologables con el corpus del ideario occidental, y que está en la mira hace rato ya de China, es una región a la que hay que atender y dar importancia.

Así como la sabiduría popular nos dice que no hay enemigo chico, hoy por hoy tampoco hay amigo chico, en esta hipercomunicada e interdependiente globalización.

Pero para que esta visita -durante la cual Obama enviará un mensaje a la región desde Santiago (¿mensaje “urbi et orbi?), ya veremos qué trae de nuevo o de concreto- tenga proyecciones e inaugure una nueva etapa para sus relaciones con la región, como algunos más optimistas esperamos, podemos mencionar dos condiciones políticas: una, que depende solamente de nuestros países, es conseguir un consenso básico muy pragmático y equilibrado sobre como relacionarnos con los Estados Unidos, más allá de ideologismos, peso del pasado y coyunturas. No parece fácil, pero se debe insistir, y en ello la convergencia entre Brasil, Chile, México, Perú, Colombia, El Salvador, Panamá, Uruguay y otras naciones puede ser determinante. La otra condición, que depende de Estados Unidos, es que con sus políticas de acercamiento favorezca efectivamente el consenso regional que se requiere, y se allane a entenderse con la región en su conjunto, lo que no ha hecho históricamente, pues ha privilegiado en los hechos más bien unas relaciones bilaterales generadoras de divisiones y hasta enfrentamientos. Ello no significa dejar de lado la relación bilateral específica, pero en un contexto de relaciones integradoras y de cooperación multilateralizada. Y menciono para ello el ejemplo de la relación Europa-América Latina, que desde 1987, primero, e institucionalizadamente desde la Cumbre de Rio de 1999, funciona sobre unas bases consensuadas y evolutivas, de diálogo político, comercio y cooperación, en cuyo marco se han suscrito los acuerdos de asociación con Chile, México, Centroamérica, y se negocian con Perú, Colombia y el Mercosur, de manera que dichos tratados sean convergentes hacia una zona eurolatinoamericana de libre comercio, lo que sin dudas servirá de base a entendimientos mayores en cuanto al nuevo orden internacional y los desafíos globales. Para esa nueva forma de entendimiento, Chile puede y debe jugar un papel importante de articulador desde los organismos regionales de integración a los que pertenece.

Las situaciones históricas son diferentes, pero debemos situarnos en una perspectiva de futuro. Así, es posible pensar que con los Estados Unidos podemos tener una relación similar a la que tenemos con Europa, lo que además completaría la trilateral estratégica que muchos especialistas proponen.

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