lunes, enero 19, 2009

NACIONAL E INTERNACIONAL:DOS CARAS DE UNA MONEDA

NACIONAL E INTERNACIONAL
Héctor Casanueva

Durante la campaña presidencial chilena surgirán sin duda los temas internacionales. La línea divisoria entre lo local y lo global es cada vez más tenue, por no decir ya casi inexistente, y sin apertura internacional, no hay desarrollo nacional. Las regiones se internacionalizan, los conflictos lejanos geográficamente repercuten sin embargo en todos los rincones, la economía mundial está globalizada, y los acontecimientos del vecindario inciden en nuestra seguridad y desarrollo. A los candidatos se les exigirán definiciones en cuanto a nuestra relación con los vecinos, y a la estrategia de inserción global a seguir, especialmente en un contexto de crisis financiera y contracción de los mercados. La Democracia Cristiana chilena, y los gobiernos que ha encabezado, han dado siempre ejemplo de apertura al exterior, y en particular, de integración con América Latina. Frei Montalva fue un gran impulsor de la unidad latinoamericana. Patricio Aylwin dio inicio a la reinserción internacional de Chile después de la dictadura, y Frei Ruiz-Tagle consolidó nuestro posicionamiento en el mundo mediante una política de acuerdos de cooperación y comercio muy beneficiosos, que han potenciado nuestro desarrollo y nos permitieron sortear mejor que el resto de América Latina la crisis asiática.

Sin embargo, al parecer todavía los chilenos no asimilan esta nueva realidad del mundo del Siglo XXI. La actitud de nuestros compatriotas con respecto a Latinoamérica y en general frente al exterior, según la Encuesta UC-Adimark (Reportajes de El Mercurio, 16.11.08), es bastante negativa, revelando no solamente una arrogancia sin fundamento, sino que una grave ignorancia de las consecuencias que una falta de integración regional puede tener para nuestro país en seguridad y desarrollo. El año 2007 la encuesta del Latinobarómetro (“Oportunidades de integración regional II, 2007”) arrojó similares resultados, y en una comparación con otros países de nuestro entorno, Chile es uno de los menos dispuestos a cooperar, a recibir inmigrantes de cualquier país, o hacer algunas concesiones para el fortalecimiento de la región.

Hace unos meses, el premio Nobel Michael Porter, durante su visita a Chile, nos advirtió sobre la necesidad de cooperar con los vecinos, porque la competitividad es sistémica y no podemos estar separados de nuestro entorno natural. Un claro ejemplo es Europa, que ha demostrado que la integración es el mejor sistema para preservar la paz, la seguridad y promover el desarrollo, superando rivalidades y diferencias políticas. Por eso, frente a una peligrosa tendencia aislacionista -que no es consecuente con el alto grado de internacionalización de nuestra economía, ni con la nueva realidad global que exige competir desde espacios integrados- deberíamos proponer la incorporación, en el currículum escolar, de los temas internacionales y en especial de la integración regional. Para ello se requerirá durante la campaña una actitud pedagógica para posicionar reflexivamente los temas internacionales y de nuestras relaciones vecinales, con propuestas programáticas de política exterior con visión global y de futuro. Tenemos tradición y base conceptual, equipos profesionales adecuados, y nuestro candidato, Eduardo Frei, que demostró como presidente con hechos concretos como se materializa esta visión, encarna ahora la nueva mirada que corresponde tener, puesta simultáneamente en lo local y global, para estar insertos en el contexto mundial y regional.

ACUERDO CHILE-UE: CINCO AÑOS DE VIGENCIA

CINCO AÑOS DEL ACUERDO CHILE-UE
Héctor Casanueva*

El acuerdo de Asociación (AA) entre Chile y la Unión Europea es el convenio bilateral más amplio e innovador que se haya firmado entre un país en vías de desarrollo y una región de países desarrollados. Tan es así, que actualmente sirve de referente en las negociaciones que lleva a cabo la UE con la Comunidad Andina y con Centroamérica. Va más allá de un TLC, porque trasciende los aspectos comerciales, incorpora una cláusula democrática, y genera una sociedad basada en la coincidencia en valores comunes, como los derechos humanos, la paz y seguridad, el desarrollo sostenible y lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. Comprende los ámbitos político, económico-comercial y de cooperación. En su ámbito económico establece un mecanismo de solución de controversias, más un conjunto de normas comunes en el comercio de bienes, servicios e inversiones, disciplinas sobre pagos y movimientos de capital, competencia, propiedad intelectual y contrataciones públicas.

La UE es nuestro primer mercado, primera fuente de cooperación y primer inversionista. Según un reciente estudio del CELARE, en estos cinco años de aplicación del AA el comercio bilateral de bienes está prácticamente liberalizado. Del 2003 al 2007 las exportaciones de Chile a la UE han crecido un 221%, y sin incluir el cobre crecen un 129%. Los envíos del sector agrícola, pesca extractiva, ganadería y silvicultura, aumentaron en un 78,8%. Las exportaciones industriales crecieron un 90,9%. El efecto del AA es evidente, ya que en el quinquenio anterior nuestras exportaciones a la UE habían crecido sólo un 4.5%. Por su parte, las exportaciones de la UE a Chile han subido un 80,4%, especialmente en bienes de consumo e intermedios. La balanza comercial es ampliamente favorable a Chile. La inversión de origen europeo en este período supera los US. 5.800 millones, es más de la mitad del total recibido de todo el mundo. Empresas europeas han participado en concesiones de obras públicas por casi US. 6.000 millones.

Chile ha recibido de la UE en estos años cerca de US.100 millones en cooperación no reembolsable, especialmente para innovación, ciencia y tecnología, desarrollo social, modernización del Estado, educación. Las universidades e investigadores chilenos han participado en más de ciento cincuenta proyectos con sus pares europeos y más de 2.500 funcionarios chilenos han recibido becas para perfeccionarse.

Hecha una evaluación por ambas partes, hay coincidencia en que el AA ha sido mutuamente beneficioso, y que corresponde proyectarlo y ampliarlo en sus alcances y profundidad. Tanto del punto de vista nacional como desde la perspectiva latinoamericana, una relación estrecha, estratégica, de largo plazo con Europa es aún más necesaria que cuando se planteó como objetivo común hace diez años en la Cumbre de Río. La actual crisis del sistema financiero internacional pone a prueba cuestiones esenciales como el rol del Estado, las políticas públicas, el énfasis social del modelo de desarrollo, materias en las que encontramos grandes coincidencias con Europa, que permiten actuar conjuntamente en el ámbito internacional para avanzar hacia un nuevo orden económico-social mundial acorde con nuestras necesidades y desafíos. Tres cuestiones son fundamentales para desarrollar en lo sucesivo nuestra relación con la UE con base en el AA: una, la necesidad de extender sus beneficios a más amplios sectores, especialmente PYMES, para fortalecer sus capacidades productivas y de gestión para aprovechar las ventajas del acuerdo. Segundo, dar un salto cualitativo en la cooperación centrándola en los temas emergentes como energía y medio ambiente, la formación de recursos humanos y la cohesión social. Tercero, establecer la llamada “asociación para el desarrollo” que consiste en actuar conjuntamente en el ámbito latinoamericano para cooperar a nivel regional en las cuestiones más relevantes del desarrollo económico, social e institucional.
* Vicerrector Académico de la Universidad Miguel de Cervantes y Director del Centro Latinoamericano para las Relaciones con Europa (CELARE)