sábado, marzo 15, 2008

Neruda en Atlántida

Neruda en Atlántida
por Héctor Casanueva,
Vicerrector Académico de la UMC y ex embajador de Chile
Pocos saben de la presencia de Neruda en Atlántida, un hermoso y tranquilo balneario costero del Río de la Plata, a cuarenta kilómetros de la capital uruguaya. En efecto, en los años cincuenta, el arquitecto y cineasta Alberto Mántara, un aristócrata uruguayo democrático y liberal, con quien Neruda iniciara una larga amistad, alegre y entrañable, durante la travesía marítima al volver a Chile desde su exilio en Europa, puso su casa atlanteña a disposición de Pablo y Matilde, y desde entonces la dejó siempre abierta para ellos. Allí, el poeta y su amada disfrutaron muchas veces de la hospitalidad del uruguayo, quien conservó fotos, películas y escritos de su amigo chileno, que hoy se exhiben en el Museo Neruda en dicho balneario.
Gracias a la persistencia y el cariño nerudiano de Selva Santurión y Miguel Quenón, un matrimonio oriental que se prodiga en su país y fuera de él por dar a conocer a nuestro poeta, es posible tomar contacto material con aquel Neruda que encontró en esta Atlántida sudamericana un refugio –en realidad un escondite- en el cual vivir los comienzos de su historia de amor con Matilde Urrutia.
Desde el Museo que estos amigos uruguayos con gran esfuerzo mantienen para turistas y sobre todo estudiantes, uno puede suponer que a Neruda en su momento, contemplando el enorme río, le fue posible mirar el mundo de otra manera, diferente a cómo se percibe desde Isla Negra contemplando el Pacífico, caprichoso y voluble, muy diferente a las tranquilas aguas del Río de la Plata, donde el sol parece ponerse por el Este. En ella, según apreciamos por los objetos que se exhiben en el museo, y por los relatos de Miguel y las cartas cruzadas entre Neruda y Mántara, el vate parralino escribió muchos de sus versos y también apuntaló líricamente el famoso “Herbolario de Atlántida” realizado por Matilde. Buscando ocultar el lugar preciso de sus escapadas, Neruda le puso nombre semi críptico al lugar: “Datitla”, y le dedicó dos poemas: “Datitla” y “Oda a las flores de Datitla”. De pasada le hizo uno también a un peculiar puente, relativamente cercano, que está en Punta del Este, donde ahora hay un monumento recordatorio: “Al puente curvo de la barra de Maldonado”. El poeta chileno por excelencia tiene en la banda oriental del Uruguay una presencia notable, que se va perpetuando día a día en la casa-museo de la Atlántida rioplatense, el que también durante el verano se instala en Punta del Este en un activo café literario. Es el Chile del espíritu, humanista, romántico y estético, que se proyecta hacia nuestros vecinos y pervive fuera de nuestras fronteras, para recordarnos porfiadamente que no sólo de economía vive el hombre, y por eso mismo, que la integración latinoamericana será cultural o no será.